Tiempo atrás, aquí te mostrábamos un recorrido por algunos de los lugares de que nos enamoran de nuestro país. Viajando de norte a sur, y entre los picos de los andes a las aguas que bañan las infinitas costas del litoral marítimo, recorrimos ocho lugares de ensueño, donde los paisajes más bellos conjugan con fiestas, historias, sabores y saberes que los envuelven en una identidad única, inconfundible y entrañable.
Ahora en Lozada Viajes continuamos con nuestro recorrido en esta segunda parte de nuestro viaje enamorado por la Argentina. Esta vez son cuatro los lugares elegidos, así que agarramos la mochila, la imprescindible cámara de fotos, un anotador y salimos a llenarnos el espíritu con tanta belleza.
Y en la primera parte de este recorrido habíamos finalizado en Ushuaia, así que ahora retomamos donde habíamos quedado y desde la ciudad más austral del mundo subimos un poco hasta Santa Cruz, y dispuestos a dar una caminata por los senderos del Chaltén.
Así es, desde la costa hasta la cordillera, la provincia de Santa Cruz está poblada de atractivos y lugares que merecen anotarla en nuestra lista de pendientes para visitar, y en esta oportunidad vamos a tildar uno de esos destinos de nuestra lista: vamos hasta el pintoresco pueblo que se levanta a los pies del cerro Fitz Roy, según su nombre oficial, aunque su nombre original y que afortunadamente se está volviendo a usar más habitualmente es El Chalten. Decimos afortunadamente porque, como suele suceder con la toponimia de nombres originarios, el significado de su nombre en lengua tehuelche es pura poesía. Chaltén significa “montaña humeante”, refiriendo a las nubes que puede verse casi siempre rodeando su cima. Y allí decíamos vamos dispuestos a caminar y no por casualidad, a este bello pueblo le dicen la capital nacional del Treeking. Es un imperdible y hay para todos los gustos: pequeños recorridos tranquilos para llegar a una hermosa cascada escondida, el Chorrillo del Salto; pasando por una vista panorámica del Río Las Vueltas, de unos 45 minutos, a otras un poco más larga para llegar luego de un par de horas de caminata a la cristalina laguna Capri, con una hermosa vista del imponente cerro; y hasta otras más largas que llegan al pie mismo de esta bellísima montaña que se encuentra en el límite fronterizo con Chile.
Los senderos del Chaltén
Además El Chaltén tiene algunas particularidades, fundada en 1985 (durante un período de disputas limítrofes con Chile) es uno de los pueblos más jóvenes del país. Está emplazada en pleno Parque Nacional Los Glaciares, por lo que su visita y residencia está regulada por estrictas normativas de cuidado del ambiente. El Chaltén es ideal para visitar un par de días, y además del senderismo uno no se puede perder la navegación en el Lago Argentino para disfrutar de cerca el Glaciar Viedma. Y por supuesto, luego de una jornada de montañismo, caminatas, y navegación, no hay nada mejor que los platos típicos que ofrece la gastronomía patagónica, donde el cordero patagónico es el plato preferido de muchos.
La laguna Capri. De fondo la montaña «humeante».
Subiendo por la Ruta 40
Dejamos Santa Cruz y subimos por la Ruta 40 que, paralela a la columna vertebral de la cordillera, atraviesa desde Ushuaia hasta La Quiaca, toda la extensión de nuestro país. Y pasando de largo algunas provincias repletas de tantos lugares de ensueño (¡A los que siempre tenemos tiempo para volver!) nos vamos, casi volando, hasta La Rioja y San Juan, para maravillarnos con paisajes que no parecen de este mundo. Hablamos de Ischigualasto y Talampaya, que en conjunto son uno de los siete sitios de Argentina declarados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Pero como se visitan por separado, haremos dos paradas en este viaje imaginario y soñado por nuestro país. ¡Ahí vamos!
Ischigualasto - Talampaya. Foto: talampaya.com
2 Ischigualasto
Empezamos por Ischigualasto, en San Juan, que en lengua diaguita significa “sitio sin vida” o “lugar de muerte”, y aunque la sensación podría ser esa, ni bien descendemos de los vehículos en la primera parada del recorrido guiado dentro del parque, parece que estamos en otro mundo, o mejor, en este mundo pero en otro tiempo. Las descripciones del guía hablan de las huellas de un pasado lejano, que el paso del tiempo no logró borrar. Sus palabras refieren que las formaciones geológicas que vemos maravillados tienen entre 200 y 250 millones de años. El período triásico ante nuestros ojos. Suelos de distintos y extraños colores, formas caprichosas, escasa vegetación y hasta marcas de fósiles acompañan el relato del guía del Parque que nos introduce en los distintos escenarios y formaciones que vamos viendo en cada una de las paradas de este recorrido de tres horas. La simpática y extraña “cancha de bochas”, el “hongo”, y el más conocido de todos: el “valle de la Luna” que menudo se confunde con el nombre de todo el parque, son los preferidos. Además, este recorrido puede hacerse en bicicleta, lo que permite disfrutar aún más de la experiencia.
El paseo se completa al finalizar, cuando podemos visitar un pequeño museo o centro de interpretación, que da cuenta del recorrido paleontológico y del trabajo científico que se realiza en el parque.
Huellas de un pasado lejano, que el paso del tiempo no logró borrar.
3 Talampaya
Algunos hacen la visita de ambos sitios, Ischigualasto y Talampaya, en un mismo día. Si se cuenta con poco tiempo a veces es la mejor opción, de hecho algunos tours así lo ofrecen, y si se hacen los traslados en medios propios, es posible. Pero también se puede hacer la visita en dos días, para que todo sea más relajado y poder destinarle el tiempo necesario para poder disfrutar, recorrer y aprender todo lo que podemos absorber en ambos sitios, y en los pintorescos lugares y caminos cercanos a estos parques.
La Catedral, los Frailes, los Reyes Magos: algunas de las formas a las que la tradición popular les ha dado nombre propio.
Así hacemos nosotros. Cruzamos el límite entre San Juan y La Rioja y vamos directo a Talampaya. Algo así como el otro lado de la moneda. Y fuera de todo rigor científico una impresión se le ocurre al redactor en pleno viaje, ambos paisajes se complementan: mientras en Ischigualasto las formaciones están a nuestra altura, o mejor dicho nuestros ojos se dirigen hacia abajo, a veces en pequeños predios o grandes extensiones, pero siempre mirando hacia abajo, en Talampaya nuestra mirada se levanta para impactarnos con los paredones rojizos de más de 140 metros de altura, mientras nos internamos en un cañón de extraordinaria belleza, por donde pasa un río que durante buena parte del año está seco pero que está desde que los habitantes de la zona eran dinosaurios. El cañón y sus formas son resultado de movimientos tectónicos y el trabajo que el tiempo, el agua y el viento han hecho durante miles de años. Además de este escenario a primera vista imponente, el guía de turno va internándonos en un paseo entre las huellas que los hombres y mujeres originarias dejaron en morteros y grabadas en piedras y paredes; y nos va mostrando las formas en las que el material de areniscas y la erosión se une a la imaginación para ver en esas formaciones a Catedrales, Frailes, Reyes Magos, agujas y mucho más. Como suele suceder en estos casos algunas más identificables que otras (¡Todo depende de la imaginación!) pero desde ya que se disfruta cada paso que uno da en este maravilloso e imponente parque.